La terapia Gestalt es una terapia humanista que promueve el desarrollo del potencial de cada persona. Deja a un lado el ámbito más
clínico y nos acerca a dimensiones como el autoconocimiento, la autorrealización y el crecimiento personal.
Fritz Perls, creador de la Terapia Gestalt, se basó en un principio muy básico: concebir al ser humano como un ser completo: cuerpo, mente y alma. Por eso, a diferencia de otras terapias, en Gestalt siempre trabajamos interviniendo en al menos estos tres niveles, pudiendo añadir, según la persona, la dimensión espiritual:
MENTAL
Conocer y entender mi mundo cognitivo:
cómo pienso, cuál es mi discurso, qué
tipo de creencias tengo, cuáles
son mis expectativas.
EMOCIONAL
Poder identificar y reconocer mis
emociones: nombrarlas, permitirme
sentirlas, expresarlas y poder gestionarlas de una forma sana.
CORPORAL
Reconocer mi cuerpo como algo que soy y
no como algo que “tengo”. Dar espacio a
explorar mis sensaciones, mis tensiones y
mis bloqueos.
Es importante entender que la Terapia Gestalt no es solo un modelo de terapia, sino que más bien es una forma de estar en el mundo,
una actitud de vida, que se basa en estos tres principios:
Aquí y ahora: La presencia. Vivo el presente, estoy en contacto con la realidad.
Darme cuenta: Atención y consciencia. Soy consciente de mí, de lo que me pasa, de lo que siento, pienso y hago.
La responsabilidad. Soy responsable de mi propia vida. Me hago cargo de lo que siento, pienso y hago.
La actitud terapéutica gestáltica es también válida y muy potente para el
trabajo en infancia y adolescencia. A esta actitud se añaden herramientas,
recursos y técnicas específicas que ayudan a niño/as y adolescentes a
abrirse, a expresar su mundo interno y a profundizar en él. Todo ello
ocurre siempre y cuando se dé algo imprescindible para un buen proceso
terapéutico: el vínculo entre paciente y terapeuta, que puede ser en sí
mismo, poderosamente terapéutico.
La mirada gestáltica hacia la infancia es una mirada que confía en la autorregulación, en las capacidades de niños y niñas y su tendencia innata
a ir hacia la salud y crecimiento sano. Esto se ve interrumpido, inevitable e
involuntariamente, por el contexto y las demandas de su entorno, y por ello el
acompañamiento terapéutico puede ser necesario y beneficioso tanto para
su bienestar como para el de la familia.
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